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miércoles, 12 de marzo de 2014

Calamares en su tinta

Era inquietante y siniestro
para mis ojos de niña
aquel revoltijo negro:
calamares en su tinta.
Mi madre por persuadirme
“están buenos”, me decía,
“moja un poquito de pan,
verás qué salsa tan rica”.
Pero yo cerré la boca,
y salí corriendo arisca,
aferrada a un pensamiento,
más bien a una idea fija:
“aunque mi madre me mate,
no como esa porquería”.
Pero pasaron los años
y me fui volviendo lista,
empecé a probar más cosas
y entendí que la comida
puede ser interesante
y dar muchas alegrías.
Un día volví a enfrentarme
al guiso que aborrecía
y lo probé con reparo,
pero ya más decidida:
El cielo se abrió ante mí,
¡pero si  era una delicia!
Ya no me importaba el negro
de aquella salsa exquisita
porque su aroma sabroso
de todo la redimía.
Y en los tiernos calamares
que tan buen sabor tenían
encontré un regusto dulce,
como el de las gambas finas.
En fin, para no alargarme,
conseguí una recetilla
Y ahora los hago a menudo
para toda la familia.




Ingredientes

Un kilo de calamares; conviene pedir en la pescadería que los limpien y reserven las bolsas de tinta
Medio kilo de cebolla muy picada
Un par de tomates maduros, pelados, picados y limpios de semillas, o medio bote de tomate natural triturado de medio kilo
Aceite
Sal
Una hoja de laurel

 Hay diferentes recetas y procedimientos para hacer este plato. Yo lo hago así, de una manera muy sencilla, con la que se obtiene una salsa sabrosa y bien trabada sin necesidad de ningún espesante (harina, pan frito machacado, etc.)
Partir los calamares en tiras o en aros y sacar la tinta de las bolsitas (si es la que traen los propios calamares, a veces en la pescadería la dan en unos sobrecitos de plástico), reservándola en un vaso.
Poner la cebolla muy picada en una cacerola, con un poco de aceite y rehogarla un poco, con algo de sal, pero poca porque los calamares tienden a resalarse.
Cuando la cebolla está algo pochada, añadir los calamares y la hoja de laurel y dejarlos cocer a fuego lento con la cacerola tapada todo el tiempo que necesiten hasta estar tiernos, que unas veces es más y otras menos, removiendo de vez en cuando. No se debe añadir agua ni ningún otro líquido, deben hacerse con su propio jugo y el que suelte la cebolla.  Añadir el tomate y cuando se reduzca y se vea trabado, incorporar la tinta, disuelta en un poco de agua o vino blanco, o en un poco del el mismo tomate.
Dejar que de unos hervores hasta que esté todo bien trabado, corregir de sal si es necesario y listo.  Este plato está mejor de un día para otro.

Se suele acompañar de arroz blanco, pero a mí no me parece indispensable.