La madrileña plaza de Cascorro a principios del siglo XX. |
La receta tradicional
En fiestas familiares
suelen contarse historias ya sabidas,
que, aunque sean triviales y vulgares,
se hacen populares
y se escuchan con risa y regocijo:
la madre habla del hijo,
“cuando mi Jose echó su primer diente
solo quería Colacao caliente”,
y añade una cuñada
“yo recuerdo a mi hermana,
no le gustaba nada
y daba mucha guerra en las comidas”,
allí solía entrar mi abuela Juana
para contar su historia preferida,
“vuestra madre, con dos años cumplidos,
aún seguía de la teta colgada,
¡nos tenía aburridos!,
pero un día hice callos,
recuerdo que picaban como rayos,
pues tenían su punto de guindilla;
miga de pan en la salsa remojada
le ofrecí a la chiquilla,
ella se la comió como si nada,
y quedó en ese instante destetada.”
Como se puede esperar de una niña destetada con callos, mi
madre llegó a ser una madrileña castiza, que heredó de la suya la receta más
tradicional de este manjar contundente.
Espero reproducirla con toda exactitud.
Ingredientes para 8 personas
Una pata de ternera
150 gr de jamón serrano en
un solo taco
Vinagre corriente
Una punta de jamón
Una punta de jamón
Un chorizo asturiano
Una morcilla asturiana
Una hoja de laurel
Dos cebollas grandes
Pimentón (dulce o picante)
Una cucharada de harina
Una cabeza de ajos
Aceite de Oliva Virgen
Extra
Sal, guindilla
Lavar bien los callos el morro y la pata. Esta última se
chamusca, por si le quedara algún pelillo. Los callos quedan muy limpios si se
frotan primero con sal gorda y se aclaran después debajo del grifo.
Mientras se hace esta
operación, se pone agua a hervir en una olla grande, junto con chorro generoso
de vinagre. Se escaldan los callos y demás en este líquido hirviente durante
unos minutos, después se tira el agua, se aclaran las carnes y se trocean, en
piezas regulares, ni muy grandes ni muy pequeñas. Lo ideal es que cada trozo
quepa en la boca de un solo bocado.
Se ponen de nuevo en la
olla y se cubren con agua fría, solo lo justo, ya que es preferible ir añadiendo más
líquido según se consume al hervir. Se añade la hoja de laurel, la punta de jamón,
la cebolla entera y la cabeza de ajos, y se deja cocer hasta que esté todo
tierno. En principio se pueden calcular unas cuatro horas, aunque pueden tardar
algo más. El caldo hay que espumarlo las veces que sea necesario, añadiendo más
agua si se ve que se consume.
Cuando los callos estén ya
prácticamente hechos se empieza a preparar el refrito.
Picar la cebolla menuda y
dar un golpe a un par de ajos y rehogar ambos ingredientes en una sartén con aceite. Cuando la
cebolla esté pochada añadir el jamón cortado en taquitos y luego la cucharada
de harina. Tostarla removiendo hasta que coja buen color y añadir el pimentón y
un poco de guindilla, si gustan más picantes. Desleír el refrito con un poco de
caldo de cocción y añadirlo a la olla, retirando antes los ajos. Es el momento
de agregar el chorizo y la morcilla.
Antes se saca la cebolla y
cabeza de ajos, que se desechan.
Se deja que cueza todo
junto otro rato, media hora más o menos, para que se mezclen los sabores. Se comprueba
el punto de sal y se rectifica si es necesario.
Este plato está mejor un poco reposado, incluso de un día
para otro.
Fantástica anécdota rimada.
ResponderEliminarSeguro que en tu gran familia se cuentan ese tipo de historias, jejeje.
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