¡Pobres hortalizas!
con desdén te rechaza mucha gente,
pero no eres la única hortaliza
que se suele mirar con ojeriza.
Se usa la berza como remoquete
para decir que alguno es un zoquete,
y a menudo comparan al pepino
con lo insignificante y anodino.
Al ajo lo motejan de pesado,
machacón, aburrido y porfiado,
al pimiento equiparan a la nada,
la acelga, a la que es mustia y amargada,
a la patata, buena y virtuosa,
alude quien no entiende alguna cosa,
y el tomate, ese fruto encantador,
se toma como ejemplo del rubor.
Hoy vamos a olvidar esos insultos,
pues somos suficientemente adultos,
y con algo de maña y picardía
has de ser de la huerta la alegría.
Una coliflor
Un bote pequeño de alcaparras
Harina, 40
gramos
Mantequilla, 40 gramos
Caldo, medio litro
Un vaso de leche
Vinagre, dos cucharadas
Pimentón, una cucharadita,
Sal y pimienta
Preparar la coliflor como de costumbre, separándola en
ramitos y quitando los tronchos más gordos. Una vez lavada, hervirla en abundante agua con sal,
vigilando que no se haga de más.
Mientras se cuece se va preparando la salsa.
Poner en una sartén la matequilla y tostar en ella la
harina, añadir el caldo y la leche y trabajar hasta formar una besamel ni muy
clara ni muy espesa. A media cocción añadir el pimentón, el vinagre, sal y
pimienta.
Escurrir bien la coliflor. Poner en una fuente de horno un poco de
la salsa y distribuir encima la mitad de las alcaparras, escurridas del vinagre
o lavadas y escurridas, si son en salmuera. Seguidamente colocar la coliflor y
cubir con más alcaparras y el resto de la salsa.
Espolvorear por encima un poco de pan rallado, distribuir
unos pegotitos de mantequilla y gratinarlo hasta que se dore. Servirlo caliente en la misma fuente de horno.
¡El poema es la mar de gracioso!
ResponderEliminarTiene muy buena pinta...
ResponderEliminarMe la apunto!